Perplejidad frente a "Je suis Charlie"
Creo innecesario decir que los asesinatos de los dibujantes de Charlie Hebdo me parecen espantosos. Aún más innecesario me parece tildarlos de injustificables porque considero que un asesinato no se justifica nunca. Por otra parte ya ha corrido mucha tinta en relación con este tema.
El caso es que este blog está concebido como un instrumento para hablar con mis amigos, y entre ellos con quienes son o han sido mis alumnos. No los considero, vaya por delante, minusválidos psíquicos ni alumnos eternos, ni me tengo por intelectualmente superior o más lúcido que ellos; pero sí soy diablo viejo, y eso me hace no tanto saber, cuanto considerar las cosas desde una perspectiva que a veces aporta algo a algunos. Me permite "mirar las cosas por los seis lados", como -creo recordar- dice en un poema Wislawa Szymborska y probablemente dijo también Nietzsche. Por eso me animo a señalar algo que, en el contexto referido, considero una paradoja cargada de connotaciones morales, sociales, políticas...; humanas, en suma.
Otro de mis referentes, sobre todo en lo moral, Albert Camus, advirtió al final de la guerra que era muy fácil ser bueno contra los nazis, pero que, una vez desaparecidos estos del panorama, habría que ver qué significaba ser bueno y quienes eran capaces de dar la talla. Cuando se cuenta con una figura en la que encarnar el mal -cuando resulta fácil proyectar la propia "sombra", diría Jung- todos nos sentimos buenos, admirables, nos emocionamos hasta las lágrimas con nuestra bondad: "¡qué suerte que yo no sea como ese!". En Occidente, según parece, hemos aprendido -gracias, paradójicamente, al nazismo- que esa tierna emoción no debe desembocar en la decisión de aniquilar a ese otro que encarna el mal, lo que, por otra parte, tampoco debería conducir a la panfilia -pánfilo: el que es amigo de todo el mundo-. Pero este es otro asunto.
Lo que ha motivado mi perplejidad, y luego mi reflexión, ha sido el hecho de encontrarme esta misma mañana en las páginas de El País con dos temas aparentemente inconexos: los análisis sobre el atentado y las reacciones provocadas por él, y una información sobre un futbolista galés convertido, en palabras del articulista, en un "paria" a consecuencia de una violación por la que ya ha pagado pena de cárcel.
Frente al atentado terrrorista todos hemos sido, todos somos Charlie. Entiendo lo que eso significa y me parece bien; también yo quiero ser Charlie, defender las libertades, encarnar la democracia, oponerme al asesinato. Lo que me inquieta es pensar que muchos de esos Charlies improvisados no desean serlo de la misma manera que otros, entre los que me cuento. Sin ir más lejos, la portada de hoy de ABC reza -¡reza, como un integrista religioso!-: "Francia venga a sus muertos". Venganza; ¿seguimos hablando de "busca y captura", o lo que habría proclamado el gobierno francés, lo que pedirían muchos franceses y eropeos en general, era una fetua, o fatwa, semejante a la lanzada contra Shalman Rushdie, Theo van Gogh o la revista francesa por ciertos imanes?
Pero volvamos a esa otra noticia que tanto me ha inquietado. Al parecer el futbolista en cuestión violó -los hechos son relativamente oscuros, a tenor de la noticia- a una joven de 19 años, hecho por el que pasó tres años en la cárcel. Y desde que ha salido de ella se ha ido encontrando con el rechazo de diversas agrupaciones deportivas a contratar sus servicios, basado no tanto en su delito, por el que ya ha pagado, sino en las presiones ejercidas sobre los directivos de dichas asociaciones por personas de cierta relevancia social o por los propios socios en nombre de algo que ya he visto a menudo, y que abomino: la supuesta superioridad moral del que es bueno, esa actitud psicológica que está en la base de todos los linchamientos; esa que se manifiesta en ciertos casos judiciales en los que "la buena gente" se planta en la puerta del juzgado para dar patadas al jeep de la Guardia Civil e increpar ferozmente al acusado. Supongo que de esa manera uno vuelve a su casa con ese estado de ánimo al que antes me refería, diciéndose: "¡Ay, Dios mío, gracias por hacerme tan bueno, y no como ese hijo de puta!".
Lo reconozco: así como cierto tipo de asesino me produce horror, esa buena gente me provoca unas náuseas irreprimibles. Y me parece que mientras no seamos capaces de estudiarnos a nosotros mismos con una mirada tan limpia como sea posible de presunta superioridad moral, eso de que todos somos Charlie me produce una cierta inquietud. Mi idea es que hay que tener mucho cuidado con los que son muy malos no tanto porque lo sean, sino porque a lo peor nos hacen creer que somos muy buenos. Y eso es lo que me temo que está ocurriendo en el caso del futbolista.
Según parece una famosa atleta británica amenazó a cierto club de fútbol (véase la noticia) con retirar su nombre de una grada del campo si se contrataba al violador. Y digo "amenazó" con conocimeinto de causa. Alguien a quien conozco renunció hace tiempo a mantenerse en una comisión porque la misma pensaba aprobar algo que le parecía incorrecto, incluso inmoral. Esa persona no era nadie importante, y lo sabía, por lo que era perfectamente sustituible. Al decir que se retiraría no amenazaba a nadie: simplemente intentaba hacer que el asunto se reconsiderara dando a entender que para él era grave. La prueba de que aquello no era una amenaza la suministró el hecho de que se aceptara su renuncia, se aprobara la resolución y su puesto fuera ocupado por otra persona sin tantos remilgos; aquí paz y después gloria.
En este sentido ¿no podría, tal vez, calificarse de chantaje la actitud de la atleta? El caso es que tuvo tanta fuerza como para parar la contratación -¿la reinserción?- de aquella mala persona.
Pero más grave es lo que ocurrió en otro de los clubes que intentaron, como suele decirse, darle una oportunidad. Al parecer algunos socios amenazaron al presidente con violar a su hija si contrataba al violador. O sea, para entendernos: que una persona viole a una mujer es un delito abyecto, tanto como para justificar que muchos violen a otra que nada tiene que ver a modo de... ¿a modo de qué? De represalia; de venganza. Y ni siquiera contra el delincuente, sino contra quien intenta ayudarle.
Somos tan buenos, aquí en Occidente, como para reconocer que "no todos los musulmanes son malos", aunque entre ellos haya malas hierbas que convendría arrancar de raíz. Pero no deberíamos olvidar que aquí tampoco todos somos Charlie. Que también en Occidente hay mucha gente que suscita un asco invencible en quien conserve un adarme de moral, pero de la de verdad, de esa que se autocuestiona cada día y ante cualquier hecho que lo merezca. No deberíamos pasar por alto que, en determinadas circunstancias, muchos de nosotros, que decimos ser Charlie, podemos convertirnos en yihadistas, en lobos solitarios. ¿O es que hemos olvidado ya la masacre de la isla de Utoya?
Y que, sin llegar a tanto, cada día se cometen mil abyecciones desde la repugnante tribuna de la supuesta superioridad moral.