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O.V.N.I.

Nunca hasta ahora había pasado con tanta celeridad de la recepcion de una noticia a la redacción de una entrada en este blog. Pido perdón, pues, por todas las incorrecciones, inexactitudes y, sobre todo, disparates que a partir de este momento pueda escribir.

Empecemos por el contexto, que es algo que, como profesor, demando de manera insistente a mis alumnos. En este caso, más que en otro alguno, ese contexto puede enunciarse como "la que está cayendo", para poder juzgar luego convenientemente la noticia de marras a partir de un introito castizo y perfectamente comprensible: "con la que está cayendo y..."

La que está cayendo, como quienes me conocen saben que pienso, es la Tercera Guerra Mundial; una guerra que venía disputándose en muy diversos escenarios y que de día en día se complica más. La mayoría desconoce, o mejor, no percibe que se encuentra en medio de una guerra. Se trata de una ilusión intelectual, si así puede decirse, originada en la creencia en que las guerras las hacen los militares y las muertes asociadas desde el origen a ellas se causan, de manera directa o indirecta, con armas. Algo de esto sigue viéndose; ahí están las operaciones bélicas más o menos tradicionales del Estado Islámico de Irak y Levante y fenómenos morbosos afines, llevadas a cabo ya sea en lo que en nuestro Siglo de Oro se llamó "Levante" o en un territorio tan poco levantino como Francia. Pero antes de que algo tan clásico se pusiera en marcha ya teníamos una guerra menos visible, pero no por ello más atroz: la de los países explotadores contra los explotados. Despojamiento inicuo de los recursos naturales (madera, diamantes de sangre, coltán...); mantenimiento en el poder de distintas naciones de sátrapas con los que puede compartirse este tipo de negocio, quienes además eluden hacer uso de los recursos legales a su alcance -licencias obligatorias- para permitir el acceso de sus pueblos a medicamentos esenciales; fomento de guerras intestinas en esas cuevas de Alí Babá...

En todo caso esa guerra mundial lo era al modo de la epidemia de ébola: los muertos quedaban lejos y eran de segunda categoría. El problema es que el capitalismo basado en el crecimiento responde al mismo modelo que el cáncer; ¿o es que el problema del cáncer no radica, precisamente, en crecer, ya sea in situ o colonizando zonas remotas? Y al final la guerra nos alcanzó.

Parece haberse olvidado, o no ser correcto recordar, que en el origen de la crisis iniciada en 2008, al lado de otros factores nada desdeñables se produjo un ataque especulativo con armas de destrucción masiva contra el euro. "Europa es un gigante económico y un enano político", venía diciéndose desde mucho tiempo atrás; de manera que bastaría con demoler los baluartes económicos de este macrocéfalo con escasa masa muscular para defenderse para controlarlo. Claro que al tratarse de una guerra "especial" no se puede -al menos yo no puedo- poner cara, una sola cara, al agresor, ni las ideas de "control" y "hegemonía" responden al modelo clásico. En alguna medida una parte de Occidente que no es Europa puede sentir la tentación de debilitar a ésta, y sin duda algo de eso está en juego; paro cabe pensar que el más aguerrido de los avatares de ese agresor de mil rostros procede de la propia Europa, y contaría con la simpatía del resto de Occidente. Para que nos entendamos: si el siglo veinte fue el de las conquistas sociales, el veintiuno parece estar siendo el de las patronales; el capitalismo se habría vuelto contra una mano de obra que no resistía la comparación con la que suministraba el llamado Tercer Mundo, y eso había de corregirse.

La verdad es que da mucha pena pensar que cuando nos hablan de ecolnomía y de política no nos damos cuenta de que nos están hablando de la guerra; de la guerra en medio de la cual vivimos. Y que estamos perdiendo.

Pero, claro: esa guerra "oncológica" no puede detenerse, así que antes o después tenía que volverse contra sectores del propio capital, como una especie de neoplasia que en su bulimia se revolviera contra sí misma. De hecho acaba de abrir otro escenario con el desplome del precio del petróleo. Al menos dos competidores -Venezuela y Rusia, especialmente incómodos además- pueden por fin ser apartados del tablero, satisfaciendo de paso anhelos puramente psicológicos de hondas raíces en el pasado.

Guerra de nuevo cuño; guerra extraña, que necesita, no exclusivamente, desde luego, de la inconsciencia de las masas para perpetuarse. Ya en las últimas guerras convencionales se intentó mantener lejos a la prensa o enviar a algunos de sus representantes a reunirse con sus antepasados, tal vez a título de advertencia. Hace apenas dos meses trabajé con mis alumnos sobre los últimos materiales de alguna importancia voluntariamente desclasificados por la Administración de los Estados Unidos de América, modelo de país democrático e inventor de la Bioética, materia en cuyo amoroso y maternal regazo cultivo estos seminarios -semilleros-: los expedientes que sacaban a la luz los experimentos realizados con materiales radiactivos sobre población civil -niños con retraso mental a cargo de instituciones públicas, mujeres embarazadas, afroamericanos, presos...- y los aún más aberrantes llevados a cabo en instituciones psiquiátricas en el marco del siniestro, y sobre todo delirante proyecto conocido como MK Ultra.

Después de aquello, que fue cualquier cosa menos voluntario -tuvieron que ponerlo en marcha la prensa y una querella criminal presentada por algunas víctimas o sus familiares-, silencio total. Más aún: bien viva está todavía la persecución de que es objeto Wikileaks, encarnada sobre todo en su figura más reconocible, Julian Assange. Y de repente, ¡la Administración Obama desclasifica todos los documentos relativos a...¡LOS AVISTAMIENTOS DE OVNIS!

No ofenderé la inteligencia de quienes quieran leerme añadiendo una sola línea más a esta entrada. Sólo retomaré la pauta académica a la que me referí al principio: "con la que está cayendo y..."

#políticamenteincorrecto

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