Si volviera a empezar...
Es, sin duda, algo que todo el mundo se plantea una o más veces, quizá muchas, a lo largo de su vida: corregir un error fundamental, tomar una decisión diferente de la que nos ha llevado al punto en que, recapitulando, formulamos esa oración condicional; "si volviera a empezar...".
Seguramente eso significa tan sólo que el ser humano es por naturaleza falible y que, en el mejor de los casos, la experiencia le lleva a reconocer los más decisivos de sus errores o, en el caso de que nada semejante a un error de tal calibre se haga presente, a descubrir que podía haber realizado una elección mejor para orientar su vida. En cualquiera de ambos casos, a experimentar la dolorosa certidumbre de que se ha perdido, o al menos malgastado, buena parte del tiempo del que se dispone para construir la propia existencia.
Con este sentimiento, con este pesar, abordo hoy este escrito, pues me he dicho qué haría si volviera a empezar y tengo la sensación -¿la convicción?- de que ni siquiera tomando como un nuevo comienzo el momento actual podré hacer lo que desearía, lo que me importa, si pudiera empezar de nuevo.
Ya sé que la trampa implícita en ese planteamiento -"si pudiera volver a empezar con mi experiencia de hoy"- en cierta medida lo falsea, y en medida no menor representa un consuelo para tibios. No se puede recomenzar como si uno renaciera con toda su memoria intacta, y no es poco decidir que a partir de hoy se va a hacer lo que se haría "si se volviera a empezar". Pero es imposible no lamentarse por el tiempo perdido o mal empleado, como lo es creer que puede darse un nuevo comienzo virginal. Lo que cualquiera puede hacer "a partir de ahora", del hora de cada cual, ya está inevitablemente condicionado por lo que hasta ahora se ha hecho. de manera que cualquier nuevo comienzo ya no es un comienzo, sino a lo sumo un intento de ruptura que difícilmente podrá consumarse de manera plena.
Si volviera a empezar, ¿seguiría siendo profesor en una facultad de Medicina? Creo que sí. Nunca he sentido que ese no fuera mi sitio. La decisión más importante que, en lo profesional -una de las parcelas más determinantes de la vida personal- tomé hace treinta y seis años, la de abandonar la práctica asistencial para dedicarme a lo que, genéricamente, llamaré Historia de la Medicina, es algo de lo que hasta hoy no he tenido que arrepentirme. Fue una decisión difícil, pues me la planteé en términos muy claros: "como médico, mal que bien, resolverás a lo largo de tu vida miles de problemas a otros seres humanos; permitirás que mucha gente viva más tiempo; aliviarás sufrimientos. Y como homo teoricus, ¿qué harás?"