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Eternidad

Se ve que hoy me he levantado con ánimo filosófico...

"Metafísico estáis. / Es que no como".

No andemos con bromas. Claro que como. ¡Ya quisieran muchos...! De hecho ha sido comiendo a solas en la facultad cuando he tenido la segunda de las experiencias que me han hecho decir para mí mismo la frase con la que he comenzado esta reflexión compartida.

El postre: uvas. Esas uvas que conozco hace tiempo, sin semilla; pero hoy tocaba thaumázein. Preguntad a Platón, si no recordáis el significado de la palabra, o a Google, que seguramente sabe eso y mucho más. "¡Uvas sin semilla! ¿Cómo diablos se reproducirán?" Y enseguida: "sería como si un día se produjeran hombres sin espermatozoides y mujeres sin ovocitos, pero milagrosamente -o más bien científicamente- siguieran poblando y repoblando la tierra".

Ni por un momento he tenido la sensación de estar imaginando una distopía. Ese pensamiento no me inquietaba en absoluto; simplemente me producía un suave asombro, un agradable cosquilleo intelectual, sin voluntad alguna de llegar a una conclusión consoladora para el intelecto.

La primera experiencia, la que ha precedido a la que acabo de referir, ha sido -¡cómo no!- poética, aunque hay que decir que se trataba de poesía filosófica. Hoy, en la Notiweb I+D aparecía un poema de Unamuno, "La luna al telescopio". Lo transcribo por si alguien más le saca partido.

¿Ves la luna al telescopio?

Es un vaciado de yeso,

¡pobre Tierra!, ves tu propio

porvenir, que no es más que eso.

Mascarilla del pasado,

tumba que fue desde nido,

¡ay celeste vaciado,

cielo, vacío perdido!

¡Ay luna, luna lunera,

máscara de compasión

tú la íntima compañera

de nuestra revolución

en torno al sol y su lumbre

que nos velan la verdad,

vacío de pesadumbre,

espejo de eternidad!

Lo primero que me ha llamado la atención, pues me ha evocado algo que explico cada vez que hablo de la teoría romántica sobre el sueño y el sistema nervioso, ha sido esa imagen del "sol y su lumbre que nos velan la verdad". ¿Unamuno o Gotthilf Heinrich von Schubert? El cerebro-sol y el sistema nervioso ganglionar-Vía Láctea, que solo puede discernirse cuando el sol se apaga y se escucha el lenguaje de la noche, el sueño. No es fácil que don Miguel conociera al "Filósofo cándido", como lo rebautizó Clemens Brentano; pero, ¿es que no existe una hermandad entre las almas que trasciende, también, el tiempo?

Aunque lo que ha despertado al filósofo que todos llevamos dentro ha sido el último verso leído en la perspectiva de todo el poema; entendido, pues, como su corolario: "espejo de eternidad". Si la eternidad es la realidad que refleja una luna así vista, la eternidad es la muerte, el silencio; o si en eso que se llama el vacío sideral hay sonidos, un rumor o un fragor que ningún oído captará.

El ser humano tiende a pensar en la eternidad como el nunca apagarse de la consciencia; pero la luna -y el sentido común- nos muestran que eternidad jamás puede equivaler a vida y sí, siempre, a muerte. La eternidad de mi padre, de mi abuela, de Thomas Mann, de Cleopatra y de Heráclito de Éfeso empezó al terminar su vida, al menos para nuestra conciencia, pues si ayunáramos y nos volviéramos metafísicos podríamos llegar a pensar que también "empezó hacia atrás" en el momento en que nacieron. Pero no compliquemos algo que, en el fondo, es muy sencillo: la vida es la negación transitoria de la eternidad, la anomalía en medio de la única norma casi perfecta; solo "casi" por culpa, precisamente, de la vida.

También la vida, en el sentido más genérico del término, comenzó y acabará; lo saben, cada uno a su manera, los científicos y los religiosos. Y si hay, aquí o allá, otros interludios semejantes no serán más que eso: interludios -o, hablando con más propiedad, ludi, pues solo entonces habrá juego- que interrumpirán durante un parpadeo -in ictu oculi- la inconsciencia eterna.

El espejo de la luna nos muestra la vida como un fruto carente de semilla.


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